Día de las Madres: ¿Súper mamá? Esa no soy yo

Querido lector, sé que te mueres de curiosidad por saber por qué no me considero una super mamá.

Para ser honestos, si me pusieran una nota del 1 al 100 evaluando mi desempeño maternal desde que supe que estaba embarazada la primera vez hasta hoy, probablemente no pasaría de los 50 puntos… y eso con curva de corrección.

En mi defensa (porque las excusas son baratas y siempre están a la mano, inserte tono sarcástico aquí), cuando me estrené como madre, era joven y soltera.

Hasta la fecha, cuento como chiste negro las muchas veces que mi hijo solo cenó macarrones con queso en sus múltiples versiones: con salami, con maíz, o en su presentación más pura y minimalista… solo macarrones con queso.

O cuando, con apenas tres meses de nacido, lo llevé de viaje a Sosúa en transporte público sin saber dónde íbamos a dormir. Tenía ganas de fiesta y solo me dejaban salir con él (mi papá “puso el candado cuando ya le habían robado”, como dice el argot popular).

A pesar de todo, mi hijo salió bueno. Y para mi deleite, muy independiente. Era (y sigue siendo) simple, práctico, desapegado, amable y de bajo mantenimiento. ¡Qué suerte tuve!

Ha pasado el tiempo, los chicos han crecido y no he mejorado mucho. Te confieso que no soy de las mamás que extrañan a sus hijos todo el tiempo.

Tengo muchísimas otras cosas en las que pensar, miles de proyectos, y pueden pasar horas (no días, tampoco exageremos) en los que ni me acuerdo de ellos.

El otro día, una amiga me contó una discusión épica con su hija adulta. Me reí tanto que casi me da algo.

Tiene un talento natural para la narrativa, pero lamentablemente no puedo compartir la anécdota aquí, so pena de provocar un disgusto aún mayor entre ambas. Lo que sí puedo decirte es que aprendí que discutir con tus hijos adultos y cantarse sus verdades de vez en cuando no es tan malo.

Siempre con respeto, claro. Sin insultos.

¿Bad mom?

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Infografía

Me gusta reírme de mí misma, y en este rol de madre, las anécdotas risibles abundan.

La madre de mis hijastros, por ejemplo, es digna de admirar y emular. Fue con ella que aprendí que a los niños se les lleva al pediatra, al dentista y al oculista antes de empezar las clases.

Nunca se me hubiera ocurrido. Yo era más del equipo de: si el niño ve borroso, que lo diga y si le duele algo, ya se quejará. En el chat de las madres soy de las que pregunta: «¿Y cuándo es eso?»

Por eso, prefiero autodenominarme “bad mom”, pero no como esas influencers que lo dicen por likes. Yo soy una de verdad. Y creo que los ejemplos que he dado son prueba suficiente para ganarme el título.

Últimamente, he citado mucho a Al Pacino (porque si voy a buscar frases para reflexionar, que sean de un gánster con clase). En su biografía, Sonny Boy, escribió algo que me marcó:

«No estaba exactamente bajo estricta vigilancia, pero mi madre prestaba atención a dónde estaba de una manera en que las familias de mis amigos no lo hacían, y todos lo sabíamos. Creo que ella me salvó la vida».

Pacino cuenta que su madre lo llamaba a cenar justo cuando la calle estaba más divertida, y esto lo irritaba profundamente. Sentía que coartaba su libertad.

Sus amigos de la infancia—tres de los cuales murieron víctimas de la “aguja”—no tenían a nadie que los molestara con llamados a cenar. Y él, muchos años después, con ochenta y tantos, se dio cuenta de que su madre, con todos sus defectos, fue maravillosa.

Estoy en esa etapa en la que todo lo que hace mi mamá (tiene setenta y ocho años) intento que me parezca gracioso.

“Celebrar y honrar”, me dijo una de las tantas terapeutas que he tenido. Es lo único que nos queda hacer con nuestros padres mayores. No quedarnos atrapados en la niña que los veía perfectos ni en la adolescente que los encontraba horrorosos.

Espero que al final de mis días, a pesar de los macarrones con queso, mis hijos también me celebren y me honren.

Ellos dicen tímidamente que no soy tan mala, que tengo algunas cosas buenas.

Madres perfectas vs. bad moms

Y me lo demuestran todos los días con un amor como el que quise enseñarles: sin apegos, en libertad, con la poca disciplina que aprendí porque no conocía otra, y con metidas de pata hasta cierto punto perdonables, que de seguro los harán ir a terapia. Por lo menos, eso espero.

Por último, les pido, por favor, que no practiquen este tipo de maternidad en casa. Mejor sigan en redes a las madres “perfectas” y a las “bad moms” falsas, esas que se quejan del caos con un café perfectamente espumado en la mano y una casa impoluta de fondo.

No desistan en su búsqueda por entender de qué se trata este rol. Inténtenlo. Inténtenlo con todas sus fuerzas. Sean buenas madres, sean perfectas, todos los días y sin descanso… y cuando inevitablemente fracasen, vengan y me cuentan.

 

Fuente:

diariolibre.com

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By Jose Diaz

Soy José Díaz, apasionado por las noticias digitales y siempre en busca de las últimas tendencias e innovaciones en el mundo de la información. Mi interés se centra en analizar y compartir contenido de actualidad, manteniéndome al tanto de lo que sucede en el entorno digital y global.

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