“Celia: el musical” rinde homenaje a la reina de la salsa con su arte

En el centenario del nacimiento de Celia Caridad Cruz y Alfonso, un grupo de talentosos artistas recorre el mundo interpretando una propuesta escénica que, sin dudas, está haciendo sonreír el alma de la guarachera de Cuba donde quiera que esté.

La noche de este sábado 5 de julio le tocó el turno a la “islita vecina”, República Dominicana, siendo la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito el lugar de encuentro donde nadie quiso perderse la tertulia de bolero, son y salsa que prometía acontecer con la producción de Vibra Productions.

Quien cojeaba acudió con su bastón y los demás, con tal vez alguna dolencia o preocupación no tan visibles, las dejaron en la puerta de entrada para confirmar a una sola voz que “La vida es un carnaval”.

Fue justo esta la canción escogida para iniciar, a las 8:40 de la noche, un emocionante viaje por la vida de Celia Cruz, nacida un 21 de octubre de 1925. A esta le siguieron “Que le den candela” y “Yemayá”. Una proyección en pantalla mostró antes a Celia en vida manifestando su interés en cómo quería ser recordada.

Comienza la historia

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La cantante cubana Lucrecia mereció la ovación de pie por su interpretación de Celia. (PEDRO J. BONILLA)

Su historia comienza poniendo en relieve problemáticas sociales que más de uno vive a diario: violencia verbal, racismo y autosabotaje. Desde joven, el destino de Celia pareció estar marcado por el rechazo. Su propio padre, Simón Cruz, le pronosticó un futuro fatídico como artista por ser “negra y fea”.

Todo cambiaría cuando decidiera convertir “su llanto en canción” gracias al don divino del canto. La actriz Yelidá Díaz la interpretó en su juventud, etapa en la que, con el apoyo de su madre, Catalina Alfonso, y su tía Ana Alfonso, afincó su confianza como cantante al participar y ganar un concurso del programa de radio cubano “La Hora del Té” con el tango “Nostalgia”.

La pieza teatral parte del concepto de un último concierto de Celia, encarnada por la cantante, actriz y también comadre de la fenecida diva latina, Lucrecia. El parecido de su voz, tanto al hablar como al cantar, es inmenso; un detalle que todo espectador aprecia con gusto cuando se trata de un montaje homenaje.

  • La artista cubana radicada en España lució siete deslumbrantes cambios de vestuario, tres de ellos realizados en escena con ayuda de los bailarines.

Un trabajo laudable

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El elenco narró los momentos más importantes de la vida de Celia.

La coreografía estuvo a cargo del reconocido bailarín dominicano Joan Matos. Un ejército de 12 bailarines desplegó en escena arte, acrobacias y color. Acompañaron a los demás artistas no solo con ritmo, también con asistencia escénica.

Sonrientes de oreja a oreja, libraron la batalla del sabor cubano demostrando que el baile como profesión no es cosa de cualquiera. La dedicación al arte, la preparación física y la resistencia (que solo la da la pasión por el oficio) se visualizaron en cada uno de ellos. Asimismo, la orquesta de 14 músicos brilló por su profesionalismo.

  • A medida que Lucrecia, en los zapatos de Celia, narraba cada etapa de vida, dejaba ver su conexión con el rol que interpretaba. Tanto ella como Yelidá Díaz y la maestra del teatro Lidia Ariza (esta última encargada de representar a Cruz en sus últimos años) mantuvieron coherencia con la figura de la cantante, tanto individual como colectivamente.
  • En las actuaciones de cada una se podían ver los ademanes, el acento cubano y el sentido del humor de la legendaria artista.

Con Ramón Emilio Candelario personificando a Pedro Knight, su fiel amor con quien descansa en la eternidad, los presentes pudieron constatar el invaluable apoyo que representó para la vida de Celia.

Las estelares interpretaciones de “Duerme negrita”, “Caramelos”, “Yerbero moderno”, “Tu voz”, “Cao cao maní picao” y “Burundanga” contaron a la audiencia sobre su nacimiento, salida de Cuba, indeleble amor por Knight y su participación con La Sonora Matancera.

El impacto de la muerte de su madre, la mudanza de México a Nueva York y la colaboración con íconos de la salsa como Johnny Pacheco fueron relatados a través de “Cúcala”, “Nostalgia habanera”, “Toro mata”, “Bemba colorá”, “El guabá”, “Te busco”, “Usted abusó” y “Quimbara”.

Aquí es pertinente una pausa para nuevamente destacar la destreza del elenco en su ejecución. La forma sutil, pero a la vez dramática, en la que se representó la muerte de la madre de Celia, Catalina, se ganó el aplauso de toda la sala. El momento coincidió con la prohibición que le hiciera el entonces presidente de Cuba, Fidel Castro, a la emblemática cantante para volver al país, impidiéndole así despedirse de su querida progenitora.

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Cruz fue, sobre todo, una mujer devota y siempre agradecida de las bondades concedidas por Dios y sus santos. El orgullo por su religión, cubanidad y negritud se vio reflejado en canciones como “Guantánamera”, “La dicha mía”, “Azúcar negra”, “Virgencita” y “Cuba, qué lindos son tus paisajes”.

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El público disfrutó el espectáculo. (PEDRO J. BONILLA)

La función aprovecha la oportunidad para explicar o arrojar luz sobre varios hechos de Celia, como por ejemplo, su dedo marcado, el origen de la expresión “¡azúcar!” y la inspiración detrás de sus extravagantes pelucas. Esta última fue seguida de la canción “La negra tiene tumbao”, aunque acompañada por una bailarina no negra.

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Ramón Emilio Candelario y Lidia Ariza interpretan a Pedro Knight y Celia Cruz en la vejez. (PEDRO J. BONILLA)

Que el montaje abra su historia con “Nostalgia” y ponga punto final con “Yo viviré” motiva a la reflexión. Celia Cruz representa muchos “no”, muchos “nunca jamás”, pero también mucha valentía y autenticidad. Es inevitable conmoverse hasta las lágrimas al ver reencarnadas de forma tan espectacular las vivencias que exaltan la magnificencia de la fe y el amor propio.

Celia nunca se victimizó, solo cantó y cantó. Y así, en cada canción, narró tanto penurias como felicidades que permiten que hoy día producciones como esta puedan, con facilidad, integrar su discografía a su propia historia.

Sin temor alguno se pudiera asegurar que para cada circunstancia de su vida existe también una canción que le acompaña.

Un “¡No me olviden!” fuerte y claro cerró la noche. Una plegaria que, sin dudas, será cumplida a carta cabal.

Fuente:

diariolibre.com

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By Jose Diaz

Soy José Díaz, apasionado por las noticias digitales y siempre en busca de las últimas tendencias e innovaciones en el mundo de la información. Mi interés se centra en analizar y compartir contenido de actualidad, manteniéndome al tanto de lo que sucede en el entorno digital y global.

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